ENTREVISTA A JAVIER REYERO. PERIODISTA, FORMADOR, ESCRITOR.

Javier Reyero nos cuenta su dilatada experiencia profesional y su experiencia como docente.

POR OSCAR COSTA

Durante muchos años, has estado en el periodismo deportivo ¿Cómo fue el cambio del mundo mediático al de la formación? ¿Qué te llevó a hacer este cambio?
La verdad es que llevó tanto tiempo en la formación como en el periodismo deportivo. Comencé a dar clases en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense en 1996, y soy profesor de la Universidad Francisco de Vitoria desde el curso 97-98.
Mi contacto con la docencia llegó por pura casualidad cuando estaba haciendo los cursos de los primitivos programas de Doctorado. Nunca pensé que iba a ser docente y ahora no concibo mi actividad profesional sin enseñar.
Viendo tu página web, destaca la primera fase “habla mucho en clase y distrae a sus compañeros“. Actualmente es muy habitual que los profesores, independientemente de la etapa educativa en la que trabajen, exijan presentaciones orales a sus estudiantes, pero ¿consideras que los docentes están preparados para guiar a los alumnos hacia el éxito en sus presentaciones o tienes la sensación de que el estudiante adquiere las estrategias necesarias mediante la experiencia vivida y la reflexión sobre sus éxitos y fracasos?
Veo con mis hijas, que tienen 17 y 15 años, que cada vez se da más importancia a las capacidades comunicativas en la ESO, en Bachillerato y seguramente también en Educación Primaria. Hacen muchas más presentaciones, exposiciones y trabajos orales. Pero creo que el salto definitivo vendrá cuando esas actividades tengan mayor peso en la calificación final, que sigue siendo, en la mayoría de los casos, la consecuencia de una prueba objetiva de conocimiento. Un examen de toda la vida. Ahora hablan más en público, pero estas actividades no tiene un reflejo equiparable en las notas globales.

Los alumnos adquieren pocas habilidades comunicacionales en su vida privada. Salvo excepciones. Tienen las mismas limitaciones que en habilidades sociales por su anclaje a las pantallas. Les pasa como a los boomers o a la generación Z, pero con una mayor tiranía del teléfono móvil o la tableta. Las habilidades se adquieren, muchas o pocas, en su entorno académico. Salvo en casos excepcionales.
En base a tu experiencia, ¿cuáles son los principales problemas a la hora de comunicar?
Los españoles tenemos un extraño sentido del ridículo que se dispara cuando nos exponemos, cuando estamos en público. Igual que sufrimos con un idioma que no sea el nuestro sufrimos hablando en público: tenemos la sensación de que nos están evaluando, cuando presentamos o cuando pedimos algo de comer en un restaurante de Londres o Nueva York.
Luego vendría la inactividad académica de la que hablaba antes. Y por último, en esta escala problemática, creo que situaría el desconocimiento general de herramientas y trucos para mejorar la comunicación en todo tipo de entornos. Profesionales, académicos o personales.
Algunas personas tienen facilidad de entablar conversación con una persona completamente desconocida ya sea en el plano profesional o en el personal ¿Cómo encontramos las palabras adecuadas para romper el hielo con una persona desconocida?
Lo más difícil de hablar es empezar a hablar. Yo utilizo en mis cursos de comunicación un elemento que llamo FICHA DE ARRANQUE. Es aplicable a todas las situaciones que puede vivir un hablante. La ficha de arranque se basa en dos cosas: hay que comenzar por aquello que domino para disminuir la probabilidad de error y tenemos que intentar desde el comienzo dar con algo que atraiga el interés de nuestro público. Ya sea cien, una docena o una persona.
Disminuye el error y eso aporta seguridad y contacto con la audiencia, algo bueno para el escuchante que no tiene la sensación de estar perdiendo el tiempo y que repercute en un afianzamiento del hablante, reconfortado por el feedback que está recibiendo en tiempo real de su intervención.
En un grupo numeroso, ¿Cómo podemos captar la atención del resto de las personas?
Depende del momento de la charla o intervención. Si hablamos del comienzo, utilicemos la ficha de arranque. Si estamos metidos en materia y tiempo, conviene jugar con las expectativas de los oyentes. Generemos pequeñas interrupciones artificiales en nuestro discurso para que, a la vuelta de esas pausas, haya una suerte de “falso comienzo”.
Podemos generar esos falsos comienzos con interrupciones para hacer o responder preguntas, proyectar vídeos pertinentes en relación con el contenido, hacer un pequeño resumen, etc.

¿Hasta qué punto es aconsejable usar una presentación de diapositivas mientras hablamos de un tema?
Un elemento de este tipo siempre ha de ser un apoyo del interviniente. La presentación es quien habla, no las diapositivas que está utilizando. Un documento no puede convertirse en una presentación. Son códigos diferentes.
Para hablar bien en público conviene asumir el estrellato: la estrella es quien habla, no los elementos accesorios que le acompañan. De lo contrario estamos mandando el mensaje a la audiencia de que nosotros somos la parte menos importante de la comunicación, la parte suprimible. Muy peligroso…
Está claro que el lenguaje no verbal puede potenciar o destruir lo que decimos con nuestras palabras, ¿Cómo podemos conseguir controlarlo para que no nos juegue una mala pasada?
El lenguaje no verbal viene a suponer más de un cincuenta por ciento de una interacción presencial. Lo primero es darle la importante que realmente tiene. Lo segundo sería no guiarse por los tópicos simplificadores (las manos cruzadas significan que el oyente se distancia, por ejemplo). El lenguaje no verbal es eso, un lenguaje. No un simple código.
Y por último ensayar para dominar el contenido (dominar no significa memorizar) y auto evaluarnos de forma habitual. Hoy es muy fácil grabar un vídeo o un audio de lo que hacemos con el fin de verlo y escrutarlo.
En el mundo del cine hemos visto muchísimas ocasiones en las que se aconseja imaginarte al público desnudo cuando tienes que hacer una presentación, mirar por encima de sus cabezas o usar otras técnicas que ayuden a relajarse, ¿hay alguna clave que ayude a hacer una exposición de calidad?
Lo del público desnudo siempre me ha parecido absurdo. Estamos poniendo al orador en una posición de hipotética inferioridad respecto a la audiencia. “Me los imagino débiles y así crezco” ¿De verdad?
El contacto visual con el público es imprescindible. Los tiros por elevación, mirar al final de la sala o por encima de las cabezas de los asistentes como si todos llevasen sombrero de copa, son errores graves. En los ojos de la audiencia está la única verdad sobre su interés. Ahí vemos si les gusta o si nos siguen… no en si tienen o no los brazos cruzados sobre el pecho.
Y solo buscando los ojos de nuestro público establecemos un contacto firme. Para que se sientan importantes y no ignorados. Yo siempre explico que un orador se tiene que cansar más de mirar que de hablar.
Imaginemos que mañana tengo que hacer una ponencia ante un auditorio de 300 personas, ¿Qué tres consejos me darías?
Primero. Revisa antes el material que va a utilizar y el contenido que pretendes abordar. Haga un ensayo o algo similar. Para detectar errores y para controlar los tiempos de forma real.
Segundo. Obtén la mayor información posible sobre su público. A saber: cuántos son, cuánto saben de la materia que se tratará, que necesitan ellos de la presentación o que predisposición tienen para con el evento.
Tercero. Establece contacto visual con el mayor número posible de los asistentes antes de hablar. Saluda a todos los que pueda sonriendo y mirándolos a los ojos. Y una vez metido en materia, utiliza menos tiempo del que tiene asignado. Nadie en la historia de la humanidad se ha quejado por la brevedad de un orador.
Para terminar, ¿podrías contarnos alguna anécdota divertida que te haya pasado formando a futuros comunicadores?
Casi todas tienen que ver con la voz. No con la mía, la voz de los futuros comunicadores. A nadie le gusta su voz y todo el mundo cree que tiene una voz fea. Además, la voz que escuchamos grabada no nos parece la nuestra. De hecho, la que no es la nuestra es la que cada uno de nosotros oye cuando hablamos. La real es la que escuchan todos los demás, que es la misma que nosotros percibimos en una grabación.
Cuando le explicas a la gente que tienen un control casi absoluto de su voz para un desempeño profesional óptimo, mejora su auto percepción. Podemos hacer lo que queramos con la intensidad y el tono de nuestra voz. Y resulta que esas dos magnitudes son el 66 % de nuestra voz. O más…

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